¡Qué magia tuvo la década de los 90! Sobre todo en su primera mitad, el rock reinó y triunfó por todo lo alto. Cualquier propuesta, por arriesgada y retorcida que fuera, podía lograr éxito masivo. Durante unos años vivimos una auténtica revolución y comprobamos con asombro como bandas y artistas como Pantera, Nirvana, Rage Against The Machine y un largo etcétera vendían millones de discos, lideraban carteles de festivales y estaban en boca de todo el mundo. Lo curioso es que en muchas ocasiones era difícil establecer un nexo de unión musical. Poco tenía que ver Beck con Sepultura, Rancid con The Smashing Pumpkins o Red Hot Chili Peppers con Biohazard. Pero a nivel de actitud sí que había muchos elementos comunes entre los nombres que reinaron entre 1991 y 1996. No buscaban adecuar su sonido a tendencia alguna, trataban de tener los pies en la tierra (no siempre lo conseguían) y sus letras poco o nada tenían que ver con las modas imperantes en los 80.
Sin embargo, como es habitual, toda época tiene sus outsiders y en la primera mitad de los 90 también hubo artistas que optaron por mantener su propia trayectoria al margen de todo y de todos. Un buen ejemplo de ello es el nombre que hoy nos ocupa, porque nos adentraremos en el complejo mundo de Trent Reznor. Se cumplen 25 años desde la publicación del magistral The Downward Spiral por lo que toca rememorarlo y reinvindicarlo. En pie y saluden!
Trent Reznor siempre ha sido un personaje peculiar. Desde el inicio de su trayectoria al frente de Nine Inch Nails, ha planeado cuidadosamente cada paso en su carrera. En 1989 sorprendió a todo el mundo con la publicación de Pretty Hate Machine, un disco que parecía casi un contrasentido en aquel momento con su rock mezclado con electrónica. Y pese a ser una propuesta totalmente a contracorriente, logró hacerse un hueco en la escena alternativa. Tiempos confusos en los que la banda tan pronto ejercía de telonera de Guns n´Roses como formaba parte del Festival Lollapalloza. Pero a base de trabajo el nombre del grupo fue instalándose en el imaginario colectivo mientras la expectación iba creciendo más y más. Y conforme iba pasando el tiempo se esperaba un segundo disco que nunca parecía llegar. Pero NIN nunca fue una banda hecha para transitar por el camino fácil, y la gestación de lo que tendría que ser la continuación de Pretty Hate Machine fue larga y plagada de incidencias, sobre todo por los conflictos de Reznor con la discográfica TVT. Tras largas y prolongadas giras, Reznor empezó a dar pistas acerca de cómo iba a afrontar la década de los 90. Entre 1992 y 1993, publicó dos EP´s, Broken y Fixed. El single Wish ya anticipaba un cierto cambio de rumbo. Mantenía esa mezcla entre rock y electrónica, pero sonaba más incisivo, seco, cortante y agresivo que en 1989.
Reznor había establecido como base de operaciones el 10050 de Cielo Drive, en donde años atrás habían tenido lugar las masacres de los esbirros de Charles Manson. Allí construyó su propio estudio (al que llamó Le Pig), grabó Broken y posteriormente The Downward Spiral, pese a la intención inicial de Trent de hacerlo en New Orleans.
Para ello, Reznor, se encerró con sus pensamientos durante largo tiempo para dar forma al disco, ejerciendo de auténtico hombre orquesta, componiendo, tocando todos los instrumentos, cantando, mezclando y produciendo. NIN era la criatura de Trent Reznor y Trent Reznor era NIN. El álbum que se disponía a grabar sería el fiel reflejo de sus obsesiones y el estado de ánimo. A diferencia de otros grupos de rock, que graban casi en directo y ensayan como si el estudio fuese un escenario Nine Inch Nails, como ente unipersonal que era, utilizaba el estudio como un laboratorio. No se trataba de unos músicos creando juntos e interactuando, sino de una visión que tenía que saltar desde la mente de un genio al exterior. No se pueden aplicar a The Downward Spiral los tópicos que rodean a muchas grabaciones de rock: “¡Ha sido grabado en directo en el estudio!“, “prácticamente todo fueron primeras tomas”, “se empezó con unas jam sessions y de ahí salieron ideas”, “solo unos músicos tocando juntos en una habitación”, blah, blah, blah… Reznor, un poco al estilo del más desquiciado Brian Wilson, utilizó el proceso de grabación como un puzzle en el que ir haciendo encajar poco a poco las piezas que darían, con el tiempo, forma definitiva al resultado final.
Para ello contó con el concurso de una serie de colaboradores puntuales que aportaron su granito de arena aquí y allá. Andrew Belew grabó guitarras en una de las canciones. Stephen Perkins, en aquel momento ex batería de Jane’s Addiction y miembro de Porno For Pyros, también participó con algunos loops de batería. Además, Chris Vrenna y Flood contribuyeron con partes de baterías o sintetizadores en algunas canciones. Haciendo un paralelismo naútico, siempre hay que ver estas colaboraciones como si de la tripulación de un barco se tratara. Cumplían su función, pero solo un capitán tenía capacidad de mando y decisión.
Belew posteriormente declaró que cuando visitó el estudio, Reznor le dió una orientación muy por encima de lo que quería. Se grabó mucho material para que así el líder de NIN utilizara luego las partes que más pudieran encajar en la música en la que trabajaba. De este modo, y ayudado de tecnología como un Macintosh, Pro Tools y sintetizadores diversos, se creó a lo largo de dos largos años lo que sería finalmente The Downward Spiral. Hoy en día puede sonar casi a broma, pero en 1993, con internet aún en pañales, el modo de trabajo de este hombre representaba la más pura y dura vanguardia.
Al fin, tras mucha expectación y una muy larga espera, el disco aparecía en marzo de 1994. Empaquetado en una caja de cartón, con una portada muy sobria y con un libreto en el interior con las letras y los créditos. Todo ello sazonado con algunas pinturas del artista Russell Mills. Tanto el nombre de la banda como el título del disco, figuran en un tipo de letra muy pequeño, en minúscula y sin tipología destacable alguna.
Visualmente espartano, el contenido del álbum es, por el contrario, recargado, casi barroco por momentos. Capas de sonido, distorsión, loops, sintetizadores, partes ambient combinadas con otras furibundas y guitarreras dan forma a una obra retorcida, casi incómoda para según qué oídos. Rabia contenida y sin contener, furia, frustración y dolor son algunas de las sensaciones que transmite esta “espiral descendente” (magnífico y muy descriptivo título). El descenso a los infiernos de un hombre enfrentado a sus demonios, miedos y obsesiones.
Hay discos que dan ganas de escucharlos un sábado por la noche en una fiesta a buen volumen. En este caso, lo que el álbum nos sugiere es más bien romper algo y descargar adrenalina. El disco comienza con la turbadora Mr. Self Destruct que es una perfecta y precisa muestra de lo que nos espera. Un sampler extraído de la película THX 1138 da paso al pandemonium sonoro con la inquietante letra casi susurrada port Reznor:
“I am the voice inside your head (and I control you)
I am the lover in your bed (and I control you)
I am the sex that you provide (and I control you)
I am the hate you try to hide (and I control you)”
La canción, en la que participa Andrew Belew, es hiriente, desgarradora e inclasificable. Ideal para abrir fuego y mostrarnos lo que nos espera cada vez que nos “enfrentamos” a este disco. Porque The Downward Spiral no es una obra que simplemente escuchemos. Lo encaramos como si de un reto se tratara y tratamos de meternos dentro de su particular universo.
Además de referencias al poder, el control y la sumisión, también las hay a la matanza perpetrada por los secuaces de Charles Manson en el mismo lugar en donde tuvo lugar la grabación del disco (Piggy o March Of The Pigs, aunque Richard Patrick [Filter] asegura que va dedicada a él tras haber dejado el grupo), al sexo en la claustrofóbica Closer (uno de los grandes himnos de los 90), a la religión en Heresy e incluso a las armas de fuego en Big Man With A Gun.
Pero más allá de las letras, la clave del álbum es su envolvente atmósfera. Trent susurra por momentos, como en la inquietante Piggy y canta como si estuviera siendo despellejado vivo en otras ocasiones como en la retorcida The Becoming o en I Do Not Want This cuando grita con rabia y dolor “Don´t You Tell Me How I Feel!”. Asimismo, momentos de saturación sónica se alternan con bucólicos pasajes de piano que nos preparan a su vez para la siguiente tormenta de decibelios. Toda una montaña rusa de emociones que no puede dejar indiferente a nadie.
Se puede decir que el disco se divide en dos bloques, siendo el primero de ellos el más “convencional” y “comercial” (dos términos que en este contexto son muy muy relativos). Con ello me refiero a que son canciones que mantienen una estructura más o menos clásica (versos, estribillo, etc.). Pero tras ello viene el cuarteto formado por A Warm Place, Eraser, Reptile y el tema que da título al disco. Cuatro canciones retorcidas, tortuosas y complejas, colocadas por Reznor de forma consecutiva y que no hacían presagiar la sorpresa final. Con un cambio radical de registro, Hurt sirve como emotivo, bello y desgarrador cierre. Una canción acústica e introspectiva que demostraba la talla de su creador como artista y compositor. Mucho más allá de “música hecha con maquinitas” (ese era una de los comentarios despectivos hacia NIN desde el sector mas inmovilista del rockerío) la canción expresa todo el dolor, la frustración y la sensación de estar solo, aislado y hundido en el pozo sin fondo que sentía Trent en aquel momento. Con referencias a la adicción a las drogas es una de esas canciones que logran estremecerme cada vez que la escucho. Un grito de auxilio desnudo y sin artificios de un hombre al límite.
Años después, Johnny Cash versionearía la canción y nos sorprendería con otra inolvidable e impactante interpretación, tras lo cual Reznor declaró que ésta había dejado de ser suya tras escuchar la colosal versión del Hombre de Negro. Sin embargo, se diga lo que se diga, el primer impacto se produjo en aquel lejano 1994 cuando por primera vez escuchábamos a este hombre lleno de angustia exponer su dolor de manera tan cruda.
Podría llenar párrafos y más párrafos con lo que se me pasa por la cabeza cada vez que escucho este álbum. Pero me temo que lo único que conseguiría es ser inutilmente reiterativo.
The Downward Spiral se puso a la venta en marzo de 1994 y fue un disco, por increíble que pueda parecer, superventas (varios millones de copias) apoyado por los singles March Of The Pigs y Closer. Arrastró consigo polémicas varias debido a mentes bienpensantes que no aceptaban que en la televisión o en las emisoras de radio sonaran canciones con letras y mensajes tan controvertidos. Pero en 1994 NIN eran un tsunami imparable. Ni todas las barreras posibles del mundo podrían con ellos. Se podría decir que se coronaron definitivamente en la edición de ese mismo año del festival de Woodstock con un memorable concierto. Durante aquel espacio del tiempo Trent Reznor dominó el mundo. Quizás no pudo mantenerse en el trono, pero el poso y la huella que ha dejado The Downward Spiral es simple y llanamente indiscutible. Un catálogo de tinieblas, aridez y oscuridad que traspasó fronteras y que continúa despertando a la bestia que todos llevamos dentro.