Crítica: Rammstein – Rammstein (2019)
Producción: Olsen Involtini y Rammstein
Sello: Universal.
Por Rafa Diablo.
Diez años no es mucho, ni es poco, es el tiempo que Rammstein han necesitado para publicar una nueva colección de 11 canciones a la altura de su autoexigencia. En el camino, decidieron encerrarse en un mismo salón para componer como una banda de verdad, descubriendo una conexión que creían perdida y que dio como resultado Rammstein… el disco y la banda. Rammstein, ni más ni menos; un universo propio que esta vez quisieron vestir de un modo distinto al tradicional. Y al final, pese al temor, resultó positivo dar relevo a Jacob Hellner en la producción, siendo esta vez Olsen Involtini el acompañante de la banda a la hora de esculpir su sonido.
Once nuevos temas, Rammstein sin miedo a nadie, aunque eso sí, una vez superado el pavor real que siempre tuvo la banda alemana a superar su propio listón. Esta pretende ser un crítica elegante, por eso no me atrevo a afirmar la primera expresión que me vino a la cabeza al escuchar este trabajo… menuda manera de sacarse la chorra con este nuevo disco. Temazo tras temazo, un single tras otro, sin prescindir de su habitual muralla de guitarras distorsionadas, pero sí habilitando nuevos espacios en los que desarrollar nuevos recursos y sonoridades salidas de las cuerdas de Landers y Kruspe, dejando así un nuevo espacio para el bajo, y evidenciando que la melodía y las atmósferas se convirtieron en aspectos tan importantes en el sonido de Rammstein como su músculo y robustez.
Tras la ambiciosa Deutschland, y el mejor single radioformula que jamás han compuesto, Radio, llega la rimbombante y operística Zeig Dich, dando paso a la esperpéntica Ausländer, tema que irritará y provocará erecciones por partes iguales. De esencia rave music, en manos de estos genios trasciende de lo que se supone q es metal, pop, o lo que quieras colocar en la etiqueta. Porque Ausländer con un videoclip oportuno podría ser la nueva gran copla mundial, a la altura del Gangsta Style, o de la Macarena. Eso puede suponer pena capital para unos, pero también evidencia que estamos ante unos compositores estratosféricos a los que les escurre todo. Todo lo que sale de su batidora suena a gloria.
En una inteligente alternancia entre temas despreocupados y dramáticos, llega Sex, americana, gamberra, y con el riff como timón principal, con la estructura de sus viejos tiempos, y que también rescatan en Tattoo. Cambian las normas en Puppe, que supone en mi opinión el mejor corte del álbum. Con Till Lindemann en modo dios, ya sea narrando, cantando o vaciando su garganta totalmente descontrolado. Una lección vocal que deja el ejercicio de cualquier vocalista gutural a la altura de un juego de niños. En Puppe el estribillo es el riff, pero no de guitarra, sino cantado por Till, que queda casi desnudo sobre sutiles guitarras atmosféricas… Rompen las reglas de nuevo. Puppe recuerda lo fundamental que es la fealdad en el arte, esto no se trata siempre de mostrar lo bello, ni de tener buen gusto.
Vuelven a hacer añicos los patrones de composición en Was Ich Liebe, con el riff y la estructura que menos esperas, mostrando el riff tras la estrofa y el estribillo. Un Flake colosal (como en todo el disco, como siempre) a los teclados, un estribillo para derretirse y otra composición que deja patente el alto grado de compenetración de la banda en este disco. Diamant necesita dos minutos y medio para calar hondo en la versión más reposada de la banda, orquesta incluida. Tras varios compases notables, el disco se cierra con otro clásico instantáneo, Hallomann, con toda la banda al máximo nivel. Mágicas melodías, un riff asesino agazapado hasta el final de la pieza, y la guinda de un solo de teclado genialmente enajenado. Gracias Flake, eres el gran genio detrás de todo esto. Y terminamos, con unos segundos finales que te dejan flotando y con una sola idea en la cabeza: repeat.