Crítica: The Bo Derek’s – 10
Family Spree Recordings (2019)

Por Jaime Taboada.


Continúa la buena racha dentro del rock hecho en Galicia. Rías Baixas, además de un área geográfica de creciente popularidad turística y de una denominación de origen de cada vez más cotizados vinos, es también el lugar de procedencia y base de operaciones de The Bo Derek´s, banda formada como resultado de la unión de fuerzas de Oscar Avendaño (bajista de Siniestro Total y poseedor de una excelente carrera en solitario) con Jorge Lorre y Rufus “El Guarro” ( Deadwood, Los Wavy Gravies, Family Folks y un larguísimo etcétera).

A partir de una colaboración puntual en la grabación de un tema para un disco navideño, viendo que había buena química, el grupo se puso manos a la obra y en huecos en que la agenda de ambas partes lo iba permitiendo, se metieron en el estudio. Es ahora cuando vemos y disfrutamos del resultado. Y os lo anticipo, es fabuloso.

Lo primero que podemos resaltar es lo cachondo, tanto del nombre del grupo como de LP, un homenaje en toda regla a la buena de Bo Derek que pasó en poco de tiempo de sex symbol al olvido total y absoluto. Más allá de lo anecdótico y metiéndonos ya en materia musical, el disco es un cojonudo muestrario de rock´n´roll desnudo, sin aditivos e ideal para bailar un sábado por la noche (o un domingo por la mañana) hasta desfallecer. Cuando se habla del grupo, se mencionan los nombres de Dr. Feelgood o Mermelada. Me permito añadir el de The Devil Dogs. Y… ¡qué diablos! Es normal que se nos vengan a la cabeza esas bandas. The Bo Derek´s ni inventan nada ni pretenden hacerlo. Lo suyo es rock´n´roll de sota, caballo, rey. Mil veces escuchado pero que, bien hecho como es el caso, sigue siendo ultra disfrutable. Haciendo un símil culinario, es como hablar de los huevos fritos con chorizo o de la tapa de oreja. ¿Quién necesita “innovación” teniendo manjares como estos al alcance del paladar? Con el rock´n´roll sucede algo parecido. En aras de una supuesta modernidad o sofisticación, nos desviamos a veces de lo verdaderamente importante, las canciones. Eso es algo que afortunadamente no sucede en 10, en donde las canciones son las protagonistas.

Armados con una estructura de bajo, guitarra, batería y voz, se suceden los himnos de barra de bar. Composiciones de 3 minutos con ritmo, gancho, riffs y letras que oscilan entre lo autobiográfico (ese tremendo Jueves en Hanoi), los homenajes a esa noches canallas que a uno se le van de las manos (Fireball o Solo una más) o ese demoledor dardo a lo vacuo de algunas vidas de pura y dura apariencia que es Dulceida debe morir. Todo ello sazonado con fantásticas versiones de Marta (de Mermelada) y First I Look At The Purse, del gran Smokey Robinson, pasada por el tamiz de J.Geils Band, para poner la guinda a un muy sabroso pastel.

Tras un inicio fulgurante, la banda solamente levanta mínimamente el pie del acelerador más o menos a mitad de disco con la fabulosa Desmontando Mecanismos, pero en este caso es solamente para tomar impulso y volver a las andadas en una absolutamente demoledora segunda mitad. 12 canciones sin trampa ni cartón ejecutadas con pasión y cantadas desde las vísceras. Como anuncia orgullosamente la portada, además de orgullosamente monoaural, 10 es “Old School R´n´R”. Pocas veces esta frase ha sido más cierta.

No hay más, ni falta que hace. Como solo los grandes saben hacer, logran mucho con muy poco. Uno de esos discos de 5 estrellas. Y si este 10 no os hace bailar, tengo malas noticias para vosotros. Tenéis un grave problema. ¡¡¡Daaaaaale!!!