ROCK THE COAST FESTIVAL
14 y 15 junio 2019 – Fuengirola (Málaga).
Promotora: Madness Live.
Fotos oficiales: Irene Serrano y Magda L. Anguita.
Texto Carlos Kashmir.
«Cuernos, sol y playa» rezaba el lema de esta primera edición del Rock The Coast. Pero sería justo añadir: comodidad, buen trato, buen funcionamiento del cashless para pagar, sonido y luces magníficos, escenarios y pantallas de chapeau, posibilidad de entrar comida, sin prácticamente colas en entrada, servicios y barras… Porque sí, el recinto es espectacular, con una envidiable facilidad para ver los escenarios desde cualquier posición debido a la pendiente, en un marco incomparable; pero sin todo lo de la anterior frase no se hace de verdad un gran festival,en el que al público se le trata como buenos clientes y no un rebaño. Así que antes de entrar en materia festivalera y de los conciertos, es de recibo agradecer enormemente a Madness Live e instituciones por haber hecho posible un festival de estas características en el sur, y reconocer que haya salido todo tan bien a nivel organizativo. Definitivamente ha sido un rotundo éxito, así lo palpamos allí, en las redes y con todo el mundo que hemos hablado. ¡Aplauso, ola y pulgares arriba!
Viernes:
El primer plato del viernes se trataba de Mr. Blaze fuckin´ Bayley… y es que el jodío se hace de querer, dan ganas de abrazarlo durante horas. Sorprende ver que tiene la misma edad que por ejemplo Joey Tempest de Europe, y que parezca su padre; y sin duda está ternesco, pero nos regaló 7 temazos como 7 soles de Fuengirola, impecablemente escogidos de su repertorio Maiden y, por qué no decirlo, interpretados. Acompañados de unos muy solventes Absolva (que tocarían en el propio festival un rato después), Blaze nos transportó a la adolescencia a los que descubrimos a la Doncella en su injustamente denostada etapa. No pudo comenzar de mejor manera el fin de semana, un rato antes comiendo a pie de playa pescaíto y luego disfrutando de esas canciones de Maiden gracias a Blaze.
Nos movemos unos metros a la izquierda, en el Mainstage 1, para disfrutar de los suecos Graveyard, punta de lanza hace unos años del revisitado hard blues rock psicodélico. Lástima que empezaran sonando raros, como si no se escuchara bien una guitarra. Es cierto que corría mucho aire, pero con Blaze también ocurrió y el sonido fue impecable. La actuación fue mejorando a la vez que el sonido fue cogiendo mas consistencia, ellos carburaron y cayeron varios himnos de su verdadero clásico «Hisingen Blues», del que solo hicieron concesiones junto a su último álbum «Peace».
Mientras cogíamos fuerzas hidratándonos en las barras, escuchamos a distancia un poco de Leo «diooooogghs» Jiménez; ciertamente sonaba bien y fijo que hizo las delicias de sus fans.
Llegó el momento de visitar el castillo y conocer ya el recinto al completo. Y no cabe duda que se trata de un escenario con un encanto arrebatador. Nos estrenamos con unos jefes del prog death metal, la superbanda alemana Alkaloid, los cuales dieron un clinic de técnica y lo más difícil en estilos tan serios, diversión. El único handicap fue el sonido, falto de profundidad y más contundencia, algo recurrente en el escenario del castillo. Uno de los poquísimos puntos a mejorar para el año que viene, porque realmente en lineas generales, el sonido de los mainstages fue excepcional.
Nos dejamos caer rodando por la colina para tomar posiciones en UFO, mientras comprobamos la eficiencia y magnetismo de la ex-Nightwish Tarja, que conquistó a los asistentes entre otras con una fabulosa «Over The Hills And Far Away» de Gary Moore. Había mucha excitación por ver a UFO en su gira de despedida y única fecha española (puntazo para Madness, aunque esperemos que sea otra «gira de despedida» más, alargada ad infinitum), y no solo no defraudaron sino que impresionaron a lo grande. Veníamos con la duda de cómo iban a solventar la reciente y desgraciada baja por fallecimiento de Paul Raymond, pero tuvieron el buen gusto de contar con el que ya fue su sustituto en los primeros 80s Neil Carter. Y bien, solo puedo decir que probablemente llegó a ser el concierto del festival, o al menos el más emocionante. Servidor se dejó la vida saltando y cantando esos clásicos que ya de por sí son unos temazos del copón bendito, pero que sin la súper clase y buen hacer de la banda que teníamos delante no hubieran llegado a la cima de la que hablamos, es decir, vivir algo MÁGICO. Y creo que el sentir general fue muy parecido en vista de un desaforado público. Vinnie Moore hizo que no echásemos de menos a Schenker, y un Phil Mogg pletórico se exhibió en una demostración de clase y feelin’ que permanecerá en nuestras retinas y oídos para siempre.
Entonces llegó la hora del plato fuerte del día, otros que están de despedida (ja!), los teutones Scorpions. Y claro, lo peor que les pudo pasar fue salir justo tras UFO después de que barriesen el escenario, y es que las comparaciones en este caso son odiosas. Un Klaus Meine que al principio casi solo se le oía balbucear (y siendo de la misma añada que el titánico Phil Mogg) aunque fue algo a mejor conforme pasaron los minutos, una banda más preocupada en salir bien en las fotos, y un repertorio que era una auténtica montaña rusa en el que encadenaban tema rockero con medio tiempo o balada, así uno detrás de otro, y por lo cual no terminabas en ningún momento de meterte en el concierto. No fue tampoco ningún desastre, porque oficio tienen, pero entre la poca pegada de muchos momentos, y los temas archiconocidos que tampoco emocionaron, pues la cosa quedó bastante deslucida. Iba con ganas de al menos poder tachar de la lista de dinosaurios uno de los pocos que van quedando, pero su «neverending final tour» no fue lo esperado y deseado.
Menos mal que nos pudimos resarcir con uno de los invitados de lujo de la boda del año… a la que aunque me hubiese invitado no me hubiera perdido por nada del mundo este Rock The Coast. Europe dieron un concierto muy profesional, fresco y de jerarquía, con un Norum que dio una masterclass a la guitarra y Tempest en una forma envidiable. No faltaron los clásicos que tenéis en mente y que por supuesto fueron coreados por la parroquia con entusiasmo.
El fin de fiesta del viernes fue con los seminales de lo extremo Carcass. Y aunque a priori acabar a lo burro no parecía la mejor de las ideas, gracias al tremendo sonido y a la ejecución de unos exultantes Steer y Walker, nos dejamos las cervicales a ritmo de un setlist matador a modo de greatest hits. Abrumadores. Y así nos fuimos a la cama, con el cuerpo como si nos hubieran pasado por encima catorce camiones, pero una sonrisa de oreja a oreja.
Sábado:
El sábado damos el pistoletazo de salida con los fineses Von Hertzen Brothers, un quinteto formado por tres hermanos que dieron una descarga de rock enérgico no exento de buena elaboración y refrescantes. Una de esas bandas de letra pequeña pero que sorprenden al personal.
El groove metal con tintes djent y death se apodera del Mainstage 2 con los ucranianos Jinjer, una formación compacta como una roca en la que obviamente destaca ese ciclón que es Tatiana Shmailyuk. A los presentes nos dejó noqueados con ese vozarrón gutural que maneja tan bien como cuando cuando se pone tierna.
Ya estamos preparados para una de esas bandas tan queridas en el circuito nacional como es Angelus Apatrida. Los albaceteños poseen un estatus potente dentro del panorama thrash europeo, y lo demostraron a base de tralla y circle pits, presentando ese pepinazo que es «Cabaret de la Guillotine» junto a algunos de sus clásicos. El sonido se resintió quizás un pelín en las guitarras, pero ellos pusieron todo de su parte para avasallarnos con puka-puka de calidad.
Dark Tranquility son uno de los pioneros del sonido gotemburgo de death metal melódico junto a otros colosos como In Flames o At The Gates. Y aunque empeño y ganas de agradar no les faltaron, no llegamos a conectar del todo. Eso no quiere decir que sus fans más acérrimos no disfrutaran y headbangearan a tope con ellos.
Necesitamos un kit-kat, y con Magnum bajamos decibelios y aprovechamos por primera vez las gradas, que son otro de los grandes encantos del recinto, para que en momentos puntuales tuviéramos la opción de descansar y ver algún concierto con más tranquilidad. Paisanos de ilustres como Black Sabbath o Judas Priest, ofrecieron pundonor y un agradable rato de esa mezcla de NWOBHM y AOR.
Comienza el grueso importante del cartel de hoy con los homéricos Opeth. Bigote Arrofeldt, como lo llamamos cariñosamente en esta casa, estuvo menos charlatán de lo que acostumbra, y aunque sacó a pasear su vena humorística varias veces, como decimos, se contuvo un poco y fue más al grano. Nos dieron un paseo a través de su discografía tocando un tema de casi cada uno de sus discos, y desde luego fue apostar a caballo ganador. Impecables, con un sonido pluscuamperfecto (cómo se agradece esto en los festivales, cuando a veces tanto fallan), dejaron al público ojiplático y totalmente saciado. Quizás, y esto es a título personal, Opeth creo que es una banda que se disfruta más en la oscuridad y no con el solano, para de verdad meterte en el concierto y volar sobre los pasajes de su vasta música. La abrumadora «Deliverance» puso el broche de oro esperado, antes de llegar la decisión más dura de todo el festival.
Esa decisión fue tener que elegir entre Tribulation, una banda que tenemos en un pedestal en Diablorock, y Rainbow, el gran reclamo de esta primera edición del Rock The Coast. Y tras meses deliberando, no fue hasta el último momento que decidí dirigirme al castillo, no sin pesar, y disfrutar de una de las formaciones más brillantes y sobrecogedoras de los últimos tiempos… ¡y en su momento! Necesitaba ver cómo trasladaban al directo algo que ha tocado todas mis fibras hasta convertirse en algo verdaderamente especial. Y definitivamente conquistaron a los cuatro gatos que nos congregamos allí; con unas pintas y un carisma escénico que a mí particularmente me dejó embobado y hechizado. Comenzaron a degüello con la fascinante «Melancholia», con uno de los riffs más coreables que recuerdo. Y cayeron sobre todo enormes temas de su último «Down Below», mi disco favorito del año pasado. Maldad, belleza, estilo… increíbles.
Sin tiempo de saborear lo vivido, salí como alma que lleva el diablo para ver la segunda mitad de la actuación de Rainbow, y efectivamente aquello estaba sonando de muerte. Y eso que tuve mis dudas de si íbamos a encontrarnos un simple ejercicio de revival a manos del trovador y gruñón Blackmore. Nada más lejos de la realidad. Me consta por otros diablorockeros compañeros, que estaba siendo un conciertazo con todas la letras, y sin duda pude constatar como esos himnos de Rainbow junto a los de Deep Purple, no podían estar en mejores manos. Blackmore, a pesar de su cara de oler acelgas, se le veía disfrutando y mucho (hasta tocó una versión de Peppa Pig), y sus mercenarios dieron la talla sobradamente. Principalmente un exultante Ronnie Romero (Ronnie tenía que ser), que lejos de ser un impersonator o frío intérprete, se metió al público en el bolsillo no solo hablando castellano, sino derrochando entusiasmo y sobre todo un vozarrón que hizo mucho más que justicia a un repertorio inmortal. Ojalá el arco iris deje de ser un fenómeno aislado, y lo veamos lucir más en el cielo y en la tierra.
The Darkness son un seguro de vida en cuanto a diversión máxima se refiere. Por más que los vea, siempre acabo ronco de emular los falsetes de Justin (¿el último gran frontman?) y extasiado de descargar tantísima adrenalina. Su único talón de aquiles es que abusan en el repertorio de su debut «Permission to Land», que estamos de acuerdo que es uno de los discos definitivos de rock de este milenio, pero tienen tantos temarrales para escoger que a veces se echa en falta más variedad. Aún así el disfrute no puede ser mayor, y aparte de esos clásicos, corear y saltar como si no hubiera un mañana otros como «Open Fire» o «One way ticket to hell» es una gozada. Infalibles como siempre.
Tras dejarnos la piel, las gradas se agradecen para disfrutar del show de Michael Monroe, que también es pura energía amén de glamour, y desgranó buenos temas suyos y otros de sus reconocidas bandas Hanoi Rocks y Demolition 23.
Nos preparamos para enfilar la recta final del festival con Mayhem, que sonaban como si hubieran salido del mismísimo averno. Pero el cuerpo pedía otra cosa, y nos despedimos con los trajeados Dry River. Pasamos de ultratumba a un espectáculo teatral y muy divertido. Lástima que tuvieran algunos problemas antes de empezar que hicieron demorar su salida (un rato antes les pasó lo mismo a Conception), y sonaran, como fue habitual en el castillo, faltos de fuerza y definición. No obstante los allí presentes disfrutamos de un show entretenidísimo, en el que no faltó la aparición de todo un Freddie Mercury, y la conexión con un público que se lo pasó en grande con una de las bandas más originales del panorama español.
Y así llegó el nostálgico momento de abandonar aquel recinto de ensueño y dar carpetazo a esta inolvidable primera cita del Rock The Coast. Minutos después la organización lanzó un mensaje de agradecimiento y de rotundo éxito que motivó ipso facto el anuncio de una nueva edición el año que viene. Y no cabe la menor duda que habrá que regresar. Esperemos que sigan por esta senda de calidad y buen trato, que no masifiquen el recinto, y vuelvan a confeccionar un gran cartel. Rock The Coast tiene todas las papeletas para convertirse en un festival de referencia en España y casi podríamos decir Europa. Porque los rockeros y metaleros también merecemos un festival gourmet y de altura. Cuernos, sol y playa, ¡¡hasta el año que viene!!