HELLFEST 2019 + KNOTFEST
20, 21, 22, 23 de Junio
Clisson (Francia)
Texto: Jose Mora.
Fotos: Jaime García Perez.
(ver primera parte de la crónica aquí)
HELLFEST – Dia 2: Sábado 22 de junio
La segunda jornada del festival comenzaba para nosotros antes de la una del mediodía con Will Haven, una de esas bandas de metal alternativo surgida en la segunda mitad de los 90 a rebufo de bandas como Deftones pero que, pese a nunca pegar el pelotazo en cuanto a popularidad, han seguido editando discos sin excesiva notoriedad pero fieles a su propuesta. En directo, más de lo mismo: cumplidores, sin grandes alardes pero con muchas ganas. No recordaremos su show durante décadas, pero nos sirvieron a la perfección para sacar la cera de las orejas y abrir fuego para el resto del día.
El acuciante calor de la jornada hizo que solo disfrutásemos de unos pocos minutos del show de Richie Kotzen en el mainstage, lo justo para ver que el frontman de The Winery Dogs, ex de Mr Big y Poison entre otros, es uno de los artistas con más clase a la voz y guitarra en el panorama hard rock actual. Un placer ver que este tipo de sonidos también tienen su hueco en Hellfest.
En el mismo slot, pudimos ver la recta final del show de los holandeses Dool. No estábamos muy familiarizados con su propuesta, pero su particular visión del rock gótico aderezada con una genial versión del “Love like blood” de Killing Joke para cerrar su set, fueron suficiente para conquistarnos. Les seguiremos de cerca en el futuro.
A continuación, tocaba acercarnos al Valley a ver como los alemanes Mantar demostraban que como dúo se bastan y sobran para hacer mucho, mucho ruido. Tirando como siempre de macarrismo, punk, sludge y black metal a partes iguales, hicieron lo que suelen hacer: repartieron estopa, causaron unos cuantos aplastamientos por riff, recogieron y se fueron. Sin pegas.
Tras ellos, los alemanes Eisbrecher tomaron el mainstage a golpe de pesado metal industrial, muy en la línea de sus compatriotas Rammstein. Tal vez no eran los sonidos más adecuados para la hora del día en la que estábamos (las tres de la tarde) pero no cabe duda que gustaron entre las primeras filas, muy animadas con su show. Tras una necesaria parada para comer, refrescarnos y repostar fuerzas, pudimos disfrutar de un trozo del festivo pero emotivo show que Eagles of Death Metal ofrecieron en el mainstage. Suponemos que, por razones obvias, cada concierto que den en Francia siempre tendrá una carga emocional importante.
A su vez, Moonspell lograban abarrotar el escenario Temple entre fans y otros “festivaliers” que simplemente buscaban una zona de sombra. Los portugueses, pese a que a nivel discográfico han pegado un bajón importante en los últimos años, siguen siendo capaces de montar shows muy competentes tirando de material clásico intercalado con algún tema nuevo. “Alma mater”, “Opium”, “Full moon madness”… Sonaron las imprescindibles, con un sonido simplemente aceptable, pero cumplieron bastante bien con lo esperado.
Tras ellos, volvimos al mainstage para llevarnos una de las grandes decepciones del festival: Whitesnake. Sabíamos que el estado vocal de David Coverdale distaba bastante de su mejor versión de hace varios años, pero sinceramente no esperábamos que estuvieran tan sumamente mal a las voces. En los tonos medios / bajos cumple, pero en el momento en que necesita subir un poco el tono su voz se raja y desafina notoriamente. Por suerte se apoya muchísimo en el grupazo que lleva, todos ellos haciendo unos coros estupendos, sonando sólidos y tapando en cierto modo las vergüenzas del líder y frontman de la formación. Mención aparte para Tommy Aldridge, intachable tras los parches. Ni siquiera el set, formado por casi todos los clásicos básicos (“Here I go again”, “Is this love”, “Give me all your love”, “Still of the night”), sirvió para arreglar el desastre vocal de Mr Coverdale. Una pena.
A continuación, nos tocaba un slot complicado al tener que decidir entre los alemanes The Ocean, sinónimo de viscerales y geniales descargas en directo, y las leyendas del doom metal Candlemass. Nos decidimos por los segundos, y no nos arrepentimos en absoluto. Siendo una de las bandas favoritas del que escribe estas líneas, presentando un gran disco, con el líder Leif Edling recuperado de sus problemas y de vuelta al ruedo, y con el vocalista de su mítico primer disco “Epicus Doomicus Metallicus” Johan Langqvist de nuevo en sus filas, la apuesta era un poco a caballo ganador pero sinceramente, no esperábamos que el bueno de Johan, tras tantos años desaparecido del panorama metálico y de las tablas, presentara un estado vocal y físico tan sumamente bueno, tal vez como contrapunto del show que acabábamos de ver en el mainstage. Sonidazo, gran repertorio (“The well of souls”, “Dark reflections”, “Bewitched”, “Astrolorus”, “Solitude”, “A sorcerers pledge”…) y doom épico de primera división para dar y tomar. Uno de los conciertos del festival.
Entrábamos ya de pleno en las horas “nobles” del festival, y mientras que en el mainstage ZZ Top ofrecían su habitual show de blues rock sureño y Dark Tranquility repartían death metal melódico a todos los presentes en el escenario Altar, nosotros decidimos acercarnos al escenario Valley a ver a los japoneses Envy, tal vez la banda con menos popularidad del slot horario pero a la larga una de las mejores decisiones de todo el festival. A medio camino entre el post rock más ambiental y preciosista y el screamo más visceral, la banda ofreció una masterclass de cómo hacer música como medio para transmitir sensaciones. No tardaron en envolvernos con su propuesta y la sensación general entre los que estábamos presentes era de estar viendo un show realmente diferente y especial. Una experiencia.
Tras ellos, de vuelta al mainstage para ver los primeros 45 minutos del show de Kiss. Gustarán más o menos, de lo que no cabe duda es que son unos maestros del music business, y que encima de un escenario saben montar la gran fiesta a base de buenas canciones, mucha interacción con el público, su habitual puesta en escena, buen rollo y un montaje espectacular. Es obvio que por cuestiones de edad no están en el mejor momento de su carrera, pero aún así merece la pena disfrutar de su directo, especialmente en este tipo de circunstancias. Sin embargo, no vimos su show entero ya que en el Valley nos esperaba una banda cuyos directos suelen producir una sensación de hipnosis generalizada entre la audiencia: Cult of Luna. Los suecos, pese a que su repertorio de seis canciones (dos de ellas parte de su próximo disco de estudio) no fue el más adecuado para el entorno “festivalero”, volvieron a estar de nuevo intachables en el resto de los aspectos: sonido simplemente perfecto, ejecución milimétrica, juego de luces totalmente fascinante y, en resumidas cuentas, un sobresaliente show en cuanto a todas las cuestiones técnicas y estéticas. Ojalá les volvamos a ver en sala pronto con un set más largo y en un ambiente más adecuado.
Las pocas fuerzas que nos quedaron en el cuerpo las gastamos en el Temple, dónde cerraban el día los legendarios The Sisters of Mercy, una de las referencias absolutas del new wave / rock gótico de los 80, banda francamente difícil de ver en directo y cuya inclusión en el line up del festival es uno de esos detalles que hacen de Hellfest un festival realmente distinto en el panorama metálico europeo. Nos ofrecieron justo lo que esperábamos: oscuridad, bases programadas, ambiente 80s y un buen puñado de himnos que nos fuimos tarareando hasta la tienda de campaña. Tocaba retirada antes de una última e intensa jornada.
Dia 3: Domingo 23 de junio
Encarábamos la última jornada del festival y el cansancio acumulado nos hizo comenzar la misma a las 14:20, cuando los americanos Yob tomaban el escenario Valley con su habitual densidad y pesadez por bandera. Es cierto que es una banda cuya propuesta funciona mejor en salas de mediano y pequeño aforo, pero también lo es que Mike Scheidt y sus chicos supieron dar buena cuenta de su tiempo visitando un poco de cada uno de sus lanzamientos.
Más que correctos. Tras ellos, los también yankees Trivium ofrecían su show ante un mainstage que ya iba cogiendo forma en cuanto a volumen de público. Una banda que hace un tiempo parecía que estaba llamada a dar el salto y tomar el relevo de alguno de los grandes pero que finalmente se ha quedado a medio camino, en una posición cómoda en este tipo de festivales pero sin ser la referencia que algunos medios intentaron hacer de ellos. Se centraron en presentar su nuevo redondo “The sin and the sentence”, aunque también cayeron algunos temas más antiguos como “In Waves” o “Down from the sky”.
A continuación, tras disfrutar de los primeros compases de concierto de los suecos Vomitory, muy cumplidores en esta nueva encarnación de la banda, nos escapamos de nuevo al mainstage donde Clutch ofrecían su habitual fiesta de stoner / blues rock con feeling sureño. Los de Maryland son sinónimo de calidad en directo, y como cabía esperar no se les hizo nada grande el escenario principal de un festival en el que ya han tocado varias veces, siempre con balance positivo.
Tras ellos, los míticos Testament tomaron el testigo sobre las tablas principales del festival, y aunque el sonido sólo fue correcto esta vez, la intachable labor instrumental y la colección de clásicos que nos ofrecieron (“Into the pit”, “Disciples of the watch”, “Electric Crown”, “Practice what you preach”, “Over the wall”) fueron argumentos suficientes para, una vez más, salir airosos del envite.
Tocaba cambio de tercio, ya que en el escenario Valley le tocaba el turno a Acid King, otra banda que tampoco se prodiga en demasía por los escenarios europeos. Con un set con una gran representación de su segundo álbum “Busse Woods”, fue una buena oportunidad para ver como se desenvuelven sobre las tablas, pero tampoco nada fuera de lo común.
De vuelta en los escenarios principales los neoyorkinos Anthrax ofrecían a la audiencia justo lo que querían: thrash zapatillero, mucho buen rollo, mosh y clásicos por un tubo (“I am the law”, “Got the time”, “Caught in a mosh”, “NFL”, “Indians”). Aunque Belladonna no está precisamente en el mejor momento de su carrera, el sonido fue bastante mejor que el de Testament un rato antes en ese mismo escenario, y cumplieron a la perfección con lo esperado.
Tras ellos, tocaba una de las grandes incógnitas del festival: Phil Anselmo, acompañado de su banda The Illegals, hacía su habitual parada en Hellfest como parte de un periplo europeo en el que, aparte de tocar temas propios, repasa un buen puñado de canciones de su tiempo con los titanes Pantera. El sonido fue bastante correcto, y aunque Phil está a años luz del nivel vocal que tenía en los 90, el mero hecho de haber disfrutado en directo de canciones como “I am broken”, “Mouth for war”, “Becoming”, “Yesterday dont mean shit” o “Fucking hostile” con el tipo que les puso voz, ya fue razón de sobra para que la gran fiesta y la locura generalizada estuviera asegurada. Sin entrar en cuestiones de si Phil es un bocazas o no, de sí esto es ordeñar o no a la memoria de la banda, pasamos un rato en grande recordando lo más granado de una formación con la que algunos compartimos años clave en nuestras vidas. Firmaría por tener uno de estos cada fin de semana.
Tras una parada para reponer fuerzas y comer algo, encarábamos la recta final del festival con otra de esas rarezas con las que Hellfest nos sorprende de vez en cuando. Mientras que Slash y Myles Kennedy desgranaban himnos en el mainstage y Cannibal Corpse cercenaban cabezas en el escenario Altar, nosotros quisimos acercarnos al Valey, donde The Young Gods, la formación suiza de culto, uno de los combos de cabecera para gente como Trent Reznor, Devin Townsend o Mike Patton, nos dejaban a unos pocos afortunados con la boca abierta. Industrial, noise, ambient, electrónica de mucho peso y con un sonido y juego de luces tremendamente efectivos. Disfrutamos mucho de ellos.
Lo que venía a continuación era uno de esos shows que no nos queríamos perder. Slayer dicen adiós, el de esta noche era su último concierto en Francia y uno de los últimos en Europa antes de que peguen carpetazo y pongan punto y final a una carrera que, con sus altibajos en disco, les ha tenido al pie del cañón de manera ininterrumpida desde 1983. Es cierto que falta Hanneman, que falta Lombardo, que últimamente les habíamos visto y sin estar mal, no estaban a la altura de otras visitas en años anteriores. Sin embargo, lo de esa noche fue simplemente intachable. Sonido y ejecución milimétrica, repertorio con todos los temas que tenían que estar (“Evil has no boundaries”, “Chemical warfare”, “Seasons in the abyss”, “Hell awaits”, “Dead skin mask”, etc), actitud y energías como hacía varios años que no les veíamos, la mejor puesta en escena y montaje de su carrera… A falta de Hanneman, Gary Holt podrá volver a centrarse en Exodus con el honor de haber honrado la memoria de Jeff sobre las tablas de manera simplemente sobresaliente. Un emocionado Araya hizo que casi nos saltara la lagrimilla al acabar el show dirigiéndose al respetable: “Os echaré de menos”. Muy contentos de haber visto este concierto y despedirnos de ellos con el buen sabor de boca que una banda como Slayer, capaz de marcar un estilo y cambiar el rumbo del metal en su momento, merecen. Nosotros también os echaremos de menos.
El último concierto del festival era a nivel personal probablemente el más esperado del mismo. Tool, otra de esas bandas que formaron mi personalidad musical cuando era un chavalete y que nunca había podido ver en directo, encabezaban la última jornada del festival y la expectación general de la audiencia, tras doce años sin tenerlos en Francia, era máxima. Con su habitual despliegue escénico, muy psicodélico y envolvente, con un sonido simplemente “de disco”, un repertorio en el que hubo sitio tanto para todos sus lanzamientos discográficos (“Schism”, “The Pot”, “Aenema”, “Vicarious”, “Part of me”, “Intolerance”, “Parabola”, “Stinkfist”…) como para dos largos e hipnotizantes temas nuevos, un Maynard francamente en forma a las voces, un nivel instrumental sin ningún tipo de fisuras y con la audiencia directamente en su mano desde el primer momento, Tool se erigieron fácilmente como una de las bandas y conciertos definitivos de esta edición de Hellfest. Digno de ser recordado.
Y un año más, así acababa Hellfest para nosotros, con una sonrisa en la boca tras despedirnos de Slayer por todo lo alto, tras flipar con el montaje y sonido de Tool, tras muchas horas de calor, carreras entre escenarios y cansancio, pero también de risas, camaradería, buen rollo y mucha, mucha música. De nuevo la organización ha conseguido alinear todo para que miles y miles de rockeros y metaleros de todo el mundo disfrutasen esta vez de cuatro (será que tres no nos eran suficientes) días que recordaremos por mucho tiempo. Nos vemos de nuevo en el 2020.