Todas las semanas un buen puñado de títulos hacen acto de presencia en la cartelera, unos respondiendo o superando las expectativas creadas y otros decepcionando. Dependiendo de la película las opiniones pueden ser de lo más variopintas generándose a veces encarnizados y apasionados debates. Pero no se dan muchos casos en los que se forme una gran expectación previa meses antes del estreno y posteriormente el film esté en boca de casi todo el mundo, semanas o incluso meses después. A nivel de grandes producciones se me ocurren ejemplos como la saga de Star Wars, gran parte de las producciones de los estudios Marvel o el caso que hoy nos ocupa, el de las películas de Quentin Tarantino.

Nos podrá gustar más, menos o nada el cine del amigo Quentin pero creo que todos estaremos de acuerdo en que sabe cómo suscitar curiosidad. Desde que se anuncia uno de sus proyectos, todo el proceso (selección de reparto, inicio del rodaje, desarrollo del guión, etc) hasta que podemos ver el resultado en la pantalla es motivo de habladurías y rumores. Y Once Upon A Time In Hollywood no iba a ser una excepción. Las fotos de los actores, los comentarios acerca de una especie de crónica de los días en que Charles Manson y sus acólitos aterrorizaron a Hollywood, los bulos, cotilleos y filtraciones tuvieron lugar en foros y redes sociales varias. Todo hacía que la película cobrara cada día más interés. Hasta que finalmente llegó la fecha en que pudimos comprobar si estábamos ante un bluff, una obra de altura o una película más sin nada especial que ofrecer para bien o para mal.

Lo primero que puedo decir es que para mí ha sido una sorpresa. Y muy agradable, añado. Cuando hablo de sorpresa no lo digo porque esperase una medianía encontrándome con algo muy superior, sino por el enfoque que el guión hace de la historia que se quiere contar alejándose de la mera recreación de la realidad de la meca del cine en 1968. Once Upon a Time…, como su título indica, es más como un cuento. Una especie de canto y homenaje a una época, a un modo de vivir y percibir el cine que ya ha quedado atrás. Decía Tarantino no hace mucho que esta película era para él como Roma para Cuarón. Y aunque no tengan nada que ver juzgo acertado el paralelismo. En ambos casos los directores y guionistas retroceden a su infancia para inspirarse y recrear tanto en el guión como en la pantalla sus recuerdos y evocaciones. De manera muy diferente, eso sí, aunque no dejamos de estar hablando de una película que nace de recuerdos y sensaciones muy personales. Desde luego lo que podemos afirmar es que tras la excelente The Hateful Eight el cambio de registro es notorio. Del árido y gélido paisaje nevado y de aquella reunión en la Mercería de Minnie hemos pasado a los espacios abiertos de la soleada California de 1968. A pesar a esta notable diferencia, ambos títulos contienen el sello característico de su director.

El film se podría dividir en tres historias paralelas que se entrecruzan a lo largo de varios momentos del metraje. Una de ellas la protagonizaría una pseudo estrella de la TV venida a menos llamada Rick Dalton, encarnado por un muy inspirado Leonardo DiCaprio. Otra sería la de su fiel e inseparable doble para las secuencias de acción Cliff Booth, que para mi gusto copa los mejores momentos de la película, al cual da vida un excelente Brad Pitt. Por último estaría la historia de la secta Manson y Sharon Tate. Quizás sea esta tercera historia la que cojea un poco, pero que se compensa con las de DiCaprio y Pitt que reunen en sí mismas toda la esencia del cine de Tarantino.

¿Qué es lo que se cuenta? Este es el punto que quizás genera más polémica entre quienes defendemos que el guión tiene mucha sustancia y los que opinan que en realidad la película es puro envoltorio con muy poco contenido. No voy a negar que algo hay de cierto en que a veces Tarantino prima la forma sobre el fondo en sus creaciones, pero creo que eso no resta calidad a su obra. Más bien todo lo contrario, se la añade. Ciertamente sus películas (ésta no es una excepción) son un tanto inconstantes y parecen pensadas para impactar en determinados momentos aún a costa de sacrificar el ritmo o alargar el metraje. Todo ello sazonado con buenos diálogos y trufado con docenas de guiños, referencias y secuencias ideadas para integrarse con sus bandas sonoras. A su modo logra encontrar huecos en la historia para ejercer de DJ a modo de entreacto. En este caso, aprovechando los paseos en coche del personaje de Brad Pitt. Como es habitual nada parece tener sentido pero todo encaja perfectamente. Desde Los Bravos a Bob Seger, pasando por Deep Purple o José Feliciano, las canciones son parte de un fascinante puzzle audiovisual.

Esto podría suponer un hándicap, pero no es así debido a que cuando llegan esas situaciones de impacto lo son de verdad. Siento si suelto algunos spoilers pero es obligado mencionar memorables momentos como los de DiCaprio con la niña, la visita al rancho Spahn, la hilarante aparición de Bruce Lee o el logradísimo tramo final. Y si bien esto hace que haya una cierta descompensación a lo largo de los 165 minutos de duración, el resultado global es para mi gusto plenamente satisfactorio. Siendo además algo característico en alguien como Tarantino. Su forma de entender el cine es la que es. Y dependiendo del grado de identificación del público con ella, éste será su vez de mayor o menor satisfacción.

En cuanto al reparto, sin desdeñar el papel de Leonardo DiCaprio, es Brad Pitt en mi opinión el amo de la función. Realmente creíble en su papel pese a que como actor en la vida real representa todo lo contrario. A su vez Margot Robbie se lleva la peor parte. El personaje de Sharon Tate fue concebido como una especie de McGuffin en la película, lo que convierte el papel en algo a lo que se le podría haber sacado más jugo teniendo en cuenta sobre todo el gran talento de la actriz. Pese a todo, el trío protagonista cumple sobradamente y en buena medida la calidad de la película descansa en sus interpretaciones, complementadas además con la aparición de secundarios como Timothy Olyphant y Al Pacino, además de apariciones breves de Michael Madsen, Kurt Russell, Zoe Bell, Bruce Dern o Clu Gulager entre otros, dando la sensación de haber creado en el rodaje un ambiente de reunión de amigos en las que se hace un hueco para todos.

En definitiva y recapitulando, cine de entretenimiento que da lo que promete y más. Dos horas y cuarenta minutos que no aburren y en donde el guión nos va dejando caer pistas que cobrarán todo su sentido en un explosivo final. Una recreación de un Hollywood que ya no existe y que posiblemente no volverá a existir, efectuada con mucho cariño y que sirve a la vez para rendir un homenaje al cine como fábrica de sueños e ilusiones. Todo ello servido por Tarantino a su particular manera. ¿Bluff? ¿Nadería? ¿Humo? Hay respuestas de todo tipo. La mía es PURO CINE. Una vez más, este tipo ha vuelto a hacerlo. Ha pasado solo una semana desde su estreno y servidor ya está deseando repetir. Y más allá de análisis más o menos sesudos, me quedo con la sensación de una película hecha desde el corazón y que se disfruta de una manera igualmente pasional, visceral y en donde lo emocional prima sobre lo académico.

Pulgares arriba para Quentin. Esperamos ya el próximo proyecto. Mientras tanto, desempolvaremos algunos vinilos de Paul Revere & The Raiders mientras vemos con mejores ojos a los perros de raza pit bull. ¡Y por supuesto nos veremos en las butacas del cine!