Crítica: Sacred Reich – The Awakening.
Fecha de publicación: 23 de agosto de 2019.
Sello: Metal Blade.
Texto: Marco Serrato.
Sacred Reich nació como una de las bandas destinadas a capitanear la segunda hornada del thrash metal norteamericano. Con solo 16 o 17 años se plantaron en 1987 con “Ignorance”, una suerte de cruce entre Slayer y D.R.I. que les hacía brillar con luz propia entre compañeros de división como Death Angel, Forbidden o Nuclear Assault. Pero como en tantos otros casos, aquel fogonazo primigenio fue menguando hasta extinguirse a mitad de los ’90 engullido por los nuevos géneros de metal extremo y el rock alternativo. Su historia es un molde que se aplica al 90% de las bandas de un género cuyas mejores obras fueron paridas, salvo contadas excepciones, por chavales que no sabían qué coño estaban haciendo.
Ante este tipo de “regresos”, lo único que cabe esperar es un intento nostálgico por volver a sus raíces (que nunca funciona) o, en el mejor de los casos, un impecable ejercicio de estilo, una obra de artesanía que perpetúe la tradición que representan. En el caso de “Awakening” no tenemos ni lo uno ni lo otro. Aunque por algunos momentos parece que un poco menos de autocomplacencia y un productor más exigente podrían haber conseguido lo segundo. La tercera vía, más coherente y sólida, la de seguir evolucionando para mantener tu relevancia, parece reservada para Voïvod y poco más.
Era una oportunidad de oro para volver por todo lo alto y repescar a algún despistado con una vuelta como la de Possessed o Nocturnus. Pero “Awakening” difícilmente interesará a los que no disfrutaron de sus dos últimos álbumes de estudio. “Death Valley” y “Something to Believe” parecen salidos de “Independent” y son lo más flojo del disco, donde más producen la sensación de haberse quedado fuera de juego. “Awakening”, “Revolution” y “Killing Machine” parecen descartes de “Heal”. Lo más interesante lo encontramos en “Manifest Reality”, “Salvation” y sobre todo en “Divide & Conquer”, lo mejor del disco.
En estos tres temas encontramos una especie de suma de todo lo que han hecho antes, incluso un intento de incorporar un aire de metal más clásico que les habría ayudado a redefinir su estilo con cierta coherencia. La producción de Arthur Rizk (Sumerlands, Eternal Champion) les ha salvado de caer en el sonido falso y sobreproducido de la mayoría de sus contemporáneos, pero no puedo evitar pensar que quizá bajo la batuta de alguien como Bill Metoyer podrían haberse esforzado algo más en el aspecto creativo.
A pesar de todo, tenemos que admitir que todo lo que ha rodeado este regreso ha sido “muy Sacred Reich”; Greg Hall siendo sustituido por el único sustituto aceptable: Dave McClain; la dolorosa marcha (¿o expulsión?) de Jason Rainey para ser reemplazado por Joey Radziwill (Dichotomize, Warhead), un jovencísimo metal-nerd hijo de amigos de la banda que soñaba con tocar con ellos algún día (y que incluso físicamente habría encajado en aquellos primeros años); Paul Stottler a cargo de la portada; la voz de Phil Rind en plena forma, uno de los secretos mejor guardados del thrash metal, sin olvidar lo naive de sus letras “positivas”; los solos de Wiley Arnett, probablemente el ingrediente de Sacred Reich por el que mejor han pasado los años; la brevedad del disco (solo “Independent” superó los 35 minutos)… tampoco podemos pasar por alto el que un grupo tan representativo de la “era Reagan” reaparezca bajo el oscuro mandato de Trump. Incluso la inocencia y el entusiasmo con el que ellos mismos han manejado todo esto en las redes resulta conmovedora. Y encuentro que ese mismo entusiasmo engloba todo el disco, haciendo mejorar el conjunto.
Y ahora me toca poner las cartas boca arriba y confesar que, con todo, no he podido dejar de escucharlo desde que salió hace ya una semana. Porque uno de mis “objetos de poder” en la adolescencia era un trillado casete con “Ignorance” por un lado, “The American Way” por el otro y “Surf Nicaragua” rellenando los huecos. Y a mis 14 años juré lealtad a aquella banda que en su aparente “mediocridad” representaba para mí al grupo perfecto. Incluso escribí para unirme a su club de fans. No tuve problemas ni con “Independent” ni con “Heal” y realmente he pasado estos 23 años fantaseando sobre cómo sería un nuevo disco de Sacred Reich.
Admito que me sería imposible disfrutar de un disco así si no me relajara y bajara la guardia, como me resisto a hacer con tantos discos que salen cada mes y para los que no tengo paciencia. Pero cada uno elige a “sus grupos” como elige a sus amigos. Sé que nuestros mejores momentos quedaron atrás, pero nunca me he sentido traicionado. Y qué sería de todo este tinglado si no pudiésemos recurrir a la lealtad de vez en cuando.