Crítica: Opeth – In Cauda Venenum.
Sello: Nuclear Blast.

Texto: Carlos Kashmir.


Cuarto capítulo del libro prog-rock/post-growls que los suecos están escribiendo con puño firme. Como con cada nuevo lanzamiento, las expectativas que generan son muy altas, y para colmo los dos primeros adelantos “Heart in Hand” y “Dignity” son dos soberanos temazos que hicieron disparar el hype por la espera hasta la estratosfera. ¿Y con el disco al completo pasamos a la exosfera o se queda solo en un delicioso suflé?

La evolución de Opeth es por todos bien conocida. Una banda de la que no queda rastro de su primera encarnación, y cuyo miembro más antiguo es Mikael Akerfeldt que se montó a bordo a sus 16 añitos colgándose el bajo. A partir de ahí Miguelito comandó la nave reinterpretando continuamente su mapa de navegación junto a una tripulación consolidada en sus últimos viajes. Tras lograr ser los maestros del death metal progresivo, fueron a por todas también para serlo en el prog-rock más clásico, posicionándose en “Heritage” aunque se les vieran las costuras. Con “Pale Communion” se mostraron menos encorsetados, y en “Sorceress” volaron ya con exhuberancia.

“In Cauda Venenum” no llega a priori a ese punto de brillo y colorido de su predecesor, pero nos embriaga de misterio al igual que su portada, como si se tratara del Cluedo y tuviéramos que tras muchas pistas descubrir al asesino, o en este caso las canciones. Y es que el disco conforme avanza encuentras más pasillos y recovecos, hasta volverse laberíntico. Las enigmáticas y nigrománticas “Next of Kin” y “Lovelorn Crime” empiezan a dar muestras de ello, o la cáustica “Charlatan” que nos desconcierta a ritmo de un brusquísimo bajo. Que no sean ya una banda de death metal no significa que hayan dejado de sonar contundentes y pesados.

En una época en la que la mayoría de bandas prog se conforman con tirar de catálogo y estilo sin ir más allá, Opeth continúan «progresando»; aquí tenemos los casos de la jazzística «The Garroter», o el cierre a baquetazo limpio de la groovy “All Things Will Pass”, que cuando arranca parece obra del ínclito Varg Vikerness. Cabe destacar el cuidado trabajo vocal de Bigote Arrofeldt, donde lleva sus cuerdas al límite en varios momentos; y en otros recordando (no todo son referencias clásicas) a los Alice In Chains en los que Cantrell lleva la voz cantante, principalmente en el estribillo de «Continuum». Otro punto capital es que el álbum fue concebido en sueco, por eso publican las dos versiones (inglés y sueco), y sin duda la experiencia pasa de lo meramente exótico.

En conclusión, «In Cauda Venenum» es su disco más cinematográfico, donde no faltan pianos y robustos órganos, exquisitos arreglos, elegantes guitarras acústicas, paisajes sonoros de ensueño lleno de narraciones, una producción inmaculada y con aristas, y sobre todo hermosas e intensas canciones por las que asoman almas siniestras. Opeth siempre han procurado mantener un catálogo interesante y variado, y es un logro excepcional que en su 13º álbum sigan sonando refrescantes y continúen labrando temas que brotan y crecen majestuosamente a cada escucha. ¿Es ésta la consolidación de que también han logrado ser la mejor banda de prog-rock actual? La respuesta es.. naturligtvis.