Fear Factory – Transgression (2005).
Sello: Calvin Records / Roadrunner Records.
Producción: Toby Wright, Burton C. Bell.
¿Imaginas a Black Sabbath sin Tony Iommi? ¿A Pantera sin Dimebag Darrell? ¿A The Cult sin Billy Duffy? Pues para todo el mundo era imposible entender a Fear Factory sin la guitarra de Dino Cazares… hasta que nos los tuvimos que tragar sin él en dos discos. Y la verdad es que cuando salió Archetype (2004), y por mucho que nos asombrarse, la banda sonaba prácticamente como siempre. Aquel fue un disco que no solo salvaba los muebles, sino que presentaba, a brocha gorda, todo lo que un fan de Fear Factory esperaba. Un discazo en toda regla, aunque nunca sabremos cómo de bueno hubiera sido con Dino a bordo. El patinazo llegó con este Transgression que nos ocupa. Pero antes de comentarlo presentemos los antecedentes.
Tras la publicación de Digimortal (2001) la banda comenzó a acusar problemas internos. En marzo de 2002, el grupo se disolvió debido a diferencias musicales. ¿Hacemos temas más largos o mas cortos? ¿hay sitio para el Nu-Metal? También existían fuertes problemas de convivencia entre Dino Cazares (siempre difícil) y los demás miembros. A finales de ese año se anunció el regreso de la banda sin Cazares, con lo que la formación cambió, pasando Christian Olde Wolbers (antes bajo) a guitarra, para dar espacio al nuevo bajista, procedente de Strapping Young Lad, Byron Stroud. Pero sólo para la foto, en el primer álbum que grabaría esa formación, Archetype, fue el propio Christian quien se encargó, también, del bajo. Raymond Herrera y el vocalista Burton C. Bell solo sabían hacer una cosa, y tampoco había necesidad de cambiar eso también. En 2004 se publicó Archetype, abandonando definitivamente el coqueteo nu-metalero y volviendo a sonidos más cercanos a Demanufacture. Un disco que muestra gran agresividad y que, sobre todo, suena a unos Fear Factory que componían con su base rítmica, con la pegada contundente como gran baza. Dino desde fuera no tardó en acusar a Christian de imitador. Decía que Christian se limitaba a variar sus riffs marca de la casa, haciendo el mejor trabajo cuando más se notaba la copia de su forma de tocar la guitarra. Y la verdad es que no le faltaba razón.
La banda también lo sabía, así que no podían volver a consentir tener que tragar con una reprobación tan desagradable. Y así llegaba Transgression, el gran disco bastardo experimental de la banda, acusando demasiados nuevos elementos en un vano intento de mantener la fuerza que los caracterizaba. El título es toda una declaración de intenciones, y la portada presentaba una nueva y molona reinvención del logo de las dos efes. El disco suena bien, pero demasiado orgánico, todo resultaba extraño. La producción la firma Toby Wright al 50% con la propia banda, quiero pensar que si salva los muebles es gracias a Wright, pero existe una clara intención de sonar más sucio y analógico, seguramente directrices de una banda que quería presentar unos cambios sustanciales en estilo, y también sonar de un modo diferente. Fear Factory es una banda asociada al sonido maquinal, realzada con elementos electrónicos, así que lo más rebelde que podían hacer era sonar orgánicos. Es curioso porque realmente los Fear Factory más somáticos no los tenemos en este punto, sino en el inicio de su carrera, cuando la ayuda de estudio estaba fuera de su alcance, pero la banda no sonaba tan forzada.
Ya desde el ritmo que marca la batería del primer tema , 5400,000º Fahrenheit, te das cuenta de que estamos ante una rareza. El tema termina sin olvidar del todo algunas de las señas genuinas de la banda. El corte que da título al disco vuelve a sorprender con un estribillo orgánico y abierto. Spinal Compression no deja de presentar a unos Fear Factory rancios, a igual que Contagion, con unos arreglos muy tímidos, inapreciables si no prestas atención. Con cierto mal sabor de boca, montados en un vehículo incómodo hacia ninguna parte, llegamos a la mitad del recorrido. Echo of my Scream ya se puede tomar como absolutamente experimental. No es el típico tema suave de cierre que pudimos encontrar en el pasado, es una pieza capital del disco, una incursión que debemos tomar en serio y que bebe de los pasajes ambientales de las bandas nu-metal que en 2005 ya caían como moscas. Tampoca importa que en este corte ande Billy Gould (Faith No More) como bajista invitado, tú quieres escuchar a FF y esto no es lo que esperabas.
Bueno, ya se han colado demasiado con las movidas experimentales, ahora es cuando deberían entrar de nuevo al trapo, ¿no es así? Ni remotamente. Llegamos de esta manera a una segunda mitad del disco tan delirante como deliciosa. La banda ya no pone paños calientes, Supernova es luminosa, melodiosa y casi aterciopelada, y llegaba el punto en que necesitabas coger el libreto para ver si era una versión de otro grupo. Pero no, las versiones llegarían más adelante. New Promise suena a todo menos a Fear Factory, empieza y termina rara. Ya te da igual que I Will Follow sea de U2, son unos Fear Factory sonando happy. Millenium de Killing Joke si funciona, porque es un temazo y sí que consiguen llevarlo a su terreno de manera inteligente. El tema se cierra con Moment of Impact, un tema violento, quizá el más potente del disco, haciendo que la estructura del álbum fuese totalmente contraria a la de siempre.
El disco se pegó una buena castaña, y derivó en el carpetazo definitivo de la banda, al menos hasta abril de 2009, cuando Burton y Dino anunciaron el regreso de la banda, ya sin Raymond y Christian, y el follón legal llegará hasta nuestros días.
Hoy en 2019 está muy claro lo que es Transgression y lo que resulta en la discografía de la banda, el reflejo de una indeterminación, el fracaso de un camino hacia ninguna parte, pero también el ejercicio valiente y loable de tratar de encontrar la propia entidad de una banda que jamás la podría tener sin la impronta de Dino Cazares, y da igual que «el gordo» esté dentro o fuera de la banda, siempre lo condiciona todo. En su dia lo odié, pero odiar es tomarse a uno mismo con demasiada importancia. Al final casi es imposible no cogerle cariño, gusta escucharlo pensando en la cara que debió poner Cazares el día que este engendro salió a la venta. Además, hay días que te gusta escuchar a Fear Factory, y otros que también, pero haciendo otras cosas. Este disco es justo eso. Bendito bastardo.