¡Qué injusta ha sido la vida con Junkyard! Mientras algunos van por la vida en limousina Dave Roach y los suyos a duras penas pueden transitar en clase turista. Como es habitual, se ha llegado a tan denigrante situación por múltiples factores aunque poca gente podría señalar uno en concreto. Decisiones equivocadas, no amoldarse a las reglas de la industria discográfica, modas que vienen y van, etc. Todo eso y mucho más, pero desgraciadamente nada que ver con el talento. Si por ello hubiera que juzgar su carrera estarían en la cima eternamente. De hecho, en 2017 publicaron un fantástico álbum titulado High Water que desgraciada e inmerecidamente fue relegado muy pronto al más cruel de los olvidos. Esta ha sido siempre la tónica predominante a lo largo de la historia de la banda. Discazo tras discazo recibían una bofetada tras otra. Se podría decir que ha sido la constante en la trayectoria de Junkyard. Luchar, caer, perder, levantarse de nuevo y volver a empezar. Y ya que hablamos de empezar, retrocedamos unas cuantas décadas y situémonos en 1989, cuando parecía que todos los días serían de vino y rosas.

En la segunda mitad de los 80 el sleazy estaba en su máximo apogeo de la mano de Guns´N´Roses, Faster Pussycat y un largo etcétera mientras en  Los Angeles surgían bandas del estilo hasta debajo de las piedras. Entre 1987 y 1988 la escena musical californiana era un auténtico hervidero y durante unos meses los sellos discográficos trataron de promocionar a docenas de grupos con la esperanza de dar con nuevas estrellas que dieran el golpe y lograran vender millones de discos. Pese al aluvión de novedades mes tras mes, muy pocos lograron volar alto.

Uno de esos nombres dentro de esa maraña era el de Junkyard. Sus miembros venían de escenas musicales muy diferentes habiendo militado en bandas punk y hardcore como Dag Nasty o Minor Threat. El dato no es meramente anecdótico ya que siempre marcó la actitud del grupo. A diferencia de muchos de sus contemporáneos su imagen era algo irrelevante para ellos, basando todo su trabajo en actitud y canciones.

De todos modos su buen hacer y sus potentes directos llamaron suficientemente la atención de Geffen Records, por aquel entonces volcada con el hard rock, que los fichó con vistas a explotar todo su talento. La banda sólo accedió a cambió de una completa libertad artística y a no tener que dulcificar su imagen ni su sonido, a lo cual se avino el sello. En 1987 el grupo había grabado una serie de demos (publicadas posteriormente en el disco Put It On Ten And Pull The Knobs Off!) en las que sonaban poco pulidos, rudos y callejeros, no estando dispuestos a cambiar.

Geffen propuso a la banda grabar su debut bajo la supervisión de Tom Werman como productor, quizás pensando en que su presencia a los mandos contribuiría a suavizar ciertas aristas del sonido de Junkyard. En un principio la formación de la banda constaba de David Roach como vocalista, Clay Anthony como bajista, Johnny Hell a la batería, así como Max Gottlieb y Chris Gates a las guitarras. En el camino se apearon Johnny Hell, sustituído por Patrick Muzingo, y Max Gottlieb, relevado por Brian Baker poco antes de comenzar la grabación. Se podría decir que sería esa la formación clásica de Junkyard, si es que tal expresión pudiera tener cabida en este caso.

El grupo entró en el estudio para comenzar las sesiones de grabación y a los cinco integrantes de la formación se sumaron el legendario Al Kooper, aportando su maestría al teclado en algunos temas, así como el guitarrista Earl Slick, ambos contratados por Geffen para echar una mano puntualmente.

Con estos ingredientes el menú resultante solo podría ser sabroso y suculento como pocos. Y cuando el álbum vio la luz se pudo comprobar que así era. Un disco de ROCK´N´ROLL con mayúsculas por el cual no iba a pasar el tiempo. De esos títulos destinados a ser clásicos o cuanto menos de culto desde el mismo instante de su publicación. Desde el primer tema hasta el último el disco rezuma autenticidad. Junkyard bebían por igual de Aerosmith, AC/DC y el southern rock, revistiendo su sonido con la actitud y agresividad propia del punk rock lo que les diferenciaba de la mayor parte de bandas de hard rock de aquel momento. El LP se abría con Blooze, un cañonazo hard rock de primera división, no dando tregua ni descanso hasta el cierre con el intenso medio tiempo Hands Off.

En canciones como la mencionada Blooze, Shot In The Dark o Life Sentence la banda nos mostraba su cara más fiera, ruda y agresiva. Tres temas con muchísima pegada, de esos pensados para reventar altavoces a todo volumen. La faceta más sureña hacía acto de presencia en un temazo como Simple Man, con el concurso de Earl Slick a la slide guitar y el teclado del mítico Al Kooper. También era claro el ramalazo southern rock en trallazos de puro boogie como Hot Rod o esa Texas que podría haber figurado en cualquier disco setentero de ZZ Top, además de ser ideal para amenizar cualquier juerga etílica nocturna. El grupo levanta un poco el pie del acelerador en fantásticas canciones menos aceleradas pero igual de intensas como Hands Off o Long Way Home, más oscuras y menos accesibles, demostrando que Junkyard no se ponían límites ni pretendían encorsetarse. Y si en canciones como esas la velocidad se reducía, las guitarras volvían a rugir con fuerza en Can´t Hold Back y Hollywood, dos de los himnos más clásicos del grupo, con un deje a lo AC/DC y pensados para ser el clímax de sus conciertos.

El disco salió a la venta en 1989 en un momento en el que quizás había una cierta saturación de lanzamientos de hard rock. Nirvana y el grunge aún no habían llamado a la puerta y bandas como Metallica, aun siendo grandes, no habían dado todavía el definitivo pelotazo. El mundo esperaba a unos nuevos Guns´N´Roses y los sellos discográficos se volcaban en el hard rock con la esperanza de dar en la diana. Todo esto pudo perjudicar la carrera de Junkyard que estando bastante por encima de la media, quedaron un tanto oscurecidos entre el marasmo de grupos y lanzamientos discográficos.

 

Con Guns´N´Roses se produjo una simpática anécdota que ayudó a la banda a hacerse un nombre de manera un tanto curiosa. El caso es que durante unos cuantos conciertos Axl subió al escenario con una camiseta con el logo de Junkyard cuando la carrera del grupo estaba en sus comienzos. Parece que se habían conocido y al vocalista de los Guns le gustaba la banda. El hecho de salir fotos de Axl en revistas de gran tirada con la camiseta no dejó de ser una ayuda publicitaria que Roach y los suyos logicamente agradecieron.

Pero ni esto ni la incuestionable calidad de su trabajo fueron suficientes para que el disco triunfara, lo cual es una lástima porque 30 años después sigue pareciéndome un trabajo imponente. Podríamos asegurar sin temor a equivocarnos que su marcada personalidad, así como su negativa a hacer concesiones o cambios forzados por los vaivenes de las modas jugó en su contra reduciendo al grupo a la condición de banda de culto con el consiguiente ninguneo que eso supuso por parte de la industria discográfica.

Junkyard son uno de los ejemplos más representativos (y crueles, por qué no decirlo) de la dureza del mundo del rock. Su biografía es un catálogo de resistencia, perseverancia, ilusiones truncadas, reveses contínuos y un tesón a prueba de bombas. Es imposible no cogerle un especial cariño a esta banda. A nivel artístico podrán gustar más o menos pero servidor siente un aprecio especial por los desheredados de la fortuna del show bussiness. Seguiré alucinando con los Stones, Beatles, Zeppelin y otros muchos nombres clásicos dentro de la historia del rock pero nunca sentiré con ellos esa sensación de cierta cercanía que me produce gente como Stevie Klasson, Johnny Thunders, Quireboys, Dogs D´Amour o nuestros protagonistas de hoy.

Los grandes estadios, las limousinas, los papparazzis, o los contratos millonarios no tienen cabida en la trayectoria vital de Junkyard. En su caso la vida transcurrió en furgonetas, moteles de segunda, así como en sudorosos y malolientes clubes. Todo ello dejándose la piel noche tras noche por un puñado de dólares, los necesarios para llegar a la siguiente ciudad y mantener viva la llama. Pero si hasta el más rudo de los boxeadores puede ser noqueado y enviado a la lona, lo mismo sucede incluso con los más perseverantes artistas y así, cuando el hambre llamó a la puerta, la banda tiró la toalla. El talento por sí mismo no daba de comer y tras otro bravo intento en forma de segundo disco (el también excelente y reivindicable Sixes, Sevens & Nines), el grupo decidió abandonar, hartos de recibir indiferencia de un publico cuyo apoyo fue escaso y menguante con el paso del tiempo.

Tal como aseguraban AC/DC, “It´s A Long Way To The Top (If You Wanna Rock´N´Roll)”. Muchos lo intentan pero muy pocos logran llegar a la cima. Por el camino cientos de nombres cuya carrera ha transcurrido por un imaginario boulevar de sueños rotos han forjado sus propias leyendas fuera del glamour y la fama, a base de sudor, trabajo y una integridad a prueba de bombas. Pésimos empresarios quizás, pero fabulosos artistas dotados de magia y talento para dar y regalar.

Puede que Mick Jagger vaya por la vida en avión privado y se de un baño de masas allá donde vaya. Dave Roach, por el contrario, viajará en furgoneta y tocará en clubes para 100 personas. Pero morirá con las botas puestas y nada ni nadie podremos reprocharle nada a él o al resto de la banda.

En pleno 2019, contra todo pronóstico, Junkyard continuan en activo y en plena forma, motivo por el cual deberíamos estar agradecidos puesto que mientras existan grupos como ellos sabremos que aún hay un lugar para el más puro rock´n´roll sin adornos o artificios.

No sé si a vosotros os pasa pero yo sigo pinchando el disco de debut de la banda con frecuencia y nunca me cansaré de escucharlo. Blooze, Shot In The Dark, Life Sentence… son como una especie de gasolina que hace que sigamos ahí, vibrando con cada riff y cada guitarrazo . Cada vez que suenan mi día mejora. Y sí, puede que las vida los haya tratado mal, pero como ellos mismos decían en uno de sus himnos clásicos “That´s Life……in Hollywood!!!!”