Life Sex & Death es, probablemente, la banda más olvidada de los 90. Sólo a un puñado de perdedores como ellos se les ocurriría la osadía de publicar un disco de Hard Rock (“The Silent Majority”, el único disco de su carrera) en una época en la que la laca estaba caducada, y la franela dominaba el panorama musical. Podrían haber tenido algo de reconocimiento a finales de los 80 haciéndose un hueco a codazos entre Mötley Crüe, Guns ’N’ Roses y Ratt; incluso hoy en día hubieran podido destacar gracias a las plataformas y servicios digitales, pero estos cuatro losers de Chicago aparecieron en el momento equivocado, y probablemente en el lugar equivocado, haciendo la música equivocada. Pero algo vería Reprise Records en ellos para lanzar en 1992 el único disco de su carrera; y es que Life Sex & Death no solamente es un grupo injustamente olvidado e infravalorado, sino que contaba con un arma secreta: Stanley, uno de los frontmen definitivos de la escena 90’s.

Bien, imaginemos que Ian Curtis y Chiquito de la Calzada hubiesen tenido un hijo con graves problemas mentales, y que éste se hubiera criado en las calles de Chicago entre la más absoluta indigencia. Ese sería Stanley; la antítesis del glamour y la pomposidad que hacían gala los grupos de finales de los 80. Ataviado con un traje cochambroso, su cabello grasiento y sus gafas de culo de vaso solía deambular desorientado y encorvado entre el público, que lo confundía con un pordiosero que se ha colado en un concierto buscando algo de alcohol que llevarse al gaznate. La sorpresa venía cuando el grupo preparaba su actuación y Stanley entonces saltaba al escenario. Algunos de los espectadores dudaban si avisar a alguien para que se llevara a ese majadero de allí, hasta que nuestro hombre iniciaba su espectáculo derrochando energía y poderío, deleitando al personal con sus característicos bailoteos, agitando los brazos como en un extraño ritual y escupiendo proclamas anti-sistema.

Porque, aparte de su insólito frontman, y a excepción de los neoyorquinos Warrior Soul y parte de los Illusions, lo que les diferenciaba del resto de bandas era la incorporación de la esencia Punk dentro del género Glam/Sleazy Metal, logrando así no solamente mayor solidez en su música, sino también aproximarse a un enfoque más combativo alejándose de los trilladísimos temas sobre sexo, drogas, alcohol y putas, y abrazando la crítica hacia el sistema educativo (“School’s For Fools”), la religión (“Telephone Call”), la opresión (“Guatemala”), la injusticia (“Jawohl Asshole”) y los ladrones corporativos (“Fuckin’ Shit Ass”), aunque también hay lugar para temas más introspectivos en “Rise Above” y “Hey Buddy” y hasta un respiro entre tanta severidad, a modo de divertido interludio, en “Farm Song”.

Volviendo a Stanley, corren diversos rumores sobre su origen. Hay quien dice que se trataba de un homeless real adoptado por el grupo, a modo efectista, para revitalizar una banda que estaba en las últimas. Hay otra teoría que cobró bastante validez en su época, que afirma que Stanley, anteriormente un sano muchachote al frente de una banda, nunca superó la muerte de su padre y se abandonó totalmente a la decadencia física y psíquica. Otras fuentes sugieren que, en realidad, Stanley es un actor de método, viene de familia rica y en la actualidad, es dueño de varias propiedades en el área de Chicago y Los Angeles. Puede todas las versiones tengan algo de verdad, y puede que ninguna de ellas sea cierta. En todo caso, un servidor prefiere mantenerse al margen y seguir disfrutando como espectador del halo de misterio que rodea la figura de Stanley quien, siendo un gimmick o no, con spandex o envuelto en harapos, era puro fuego.